El Proyecto ENERYOUTH no es un curso más: es una chispa. Una invitación a los jóvenes —tantas veces excluidos de las grandes decisiones energéticas— a ocupar su lugar en la transición que definirá el siglo. A través de un recorrido de 10 horas dividido en siete capítulos tan concisos como reveladores, se desgranan los principios de las energías renovables, el cambio climático y la legislación básica. Pero aquí no hay discursos lejanos ni gráficos estériles: todo se ancla en la tierra, en esos entornos rurales donde el sol, más que una metáfora de esperanza, puede ser una fuente real de desarrollo. Los módulos, entre teoría y práctica, convierten lo abstracto en concreto, como quien transforma una fórmula en herramienta o un panel solar en soberanía energética.
Sin embargo, ENERYOUTH no se conforma con sembrar conocimiento técnico: quiere cultivar visión. Su apuesta por la economía circular y las comunidades energéticas no busca solo instalar placas solares, sino encender vocaciones. El objetivo es graduar instaladores y formar artífices del cambio, capaces de imaginar y construir proyectos de autoconsumo que no solo reduzcan facturas, sino que enciendan nuevas formas de habitar y pensar lo local. Porque al final, el verdadero voltaje del programa no está en los kilovatios, sino en la energía vital que despierta en quienes se atreven a aprender con las manos, con la mente y con el corazón.







